¿Tiempo para orar?
Una mañana, cuando era niño, estaba sentado en la cocina, mirando a mi mamá que preparaba el desayuno. De pronto, la grasa de la sartén donde freía la panceta se prendió fuego. Las llamas subieron por el aire, y mi madre corrió a la despensa a buscar un paquete de harina para arrojarlo sobre el incendio.
Resurrección y vida
Jesús dijo: «Yo soy la resurrección y la vida». Una cosa es hacer una declaración semejante; otra totalmente distinta es respaldarla… y Jesús lo hizo al resucitar de los muertos.
Bel se postra
En Isaías 46, el profeta nos esboza un cuadro del sitio de Babilonia y de la evacuación de sus ídolos. Los carros y los transportes crujen al llevarlos, y los animales cansados gimen por tanto peso (v. 1).
Líbrame de la ira
Tengo un amigo cuyas tarjetas de anotaciones tienen impreso un cuadro de El pensador, la famosa escultura de Rodín, que muestra a un hombre reflexionando profundamente. Debajo de la foto, aparece esta inscripción: «La vida no es justa».
Olvidar el yo
El verano pasado estaba pescando truchas en un arroyo, cuando un pez que comía cerca captó mi atención. Levanté la vista y allí, en la orilla, divisé a un conocido: Dave Tucker, el nacionalmente famoso guía de pesca con mosca y proveedor de artículos para este deporte. De inmediato, me centré en intentar lucirme, tiré mal la siguiente lanzada y se me escapó el pez. Esto es lo que sucede cuando no atendemos lo que estamos haciendo y pensamos en nosotros mismos.
Paz y reposo perfectos
El salmista había visto «muchas angustias y males» (Salmo 71:20). No obstante, en el fondo de su mente abrigaba la idea de que Dios volvería a darle vida; que lo reviviría. Su planteamiento era el siguiente: «Tú, […], volverás a darme vida, y de nuevo me levantarás de los abismos de la tierra [la tumba]. Aumentarás mi grandeza, y volverás a consolarme» (vv. 20-21). Si las angustias y los males no terminaban en esta vida, sin duda, acabarían en el cielo.
Ejércitos de Dios
Cuando nuestra nieta Julia era muy pequeña, la llevamos a pasear en auto por un camino montañoso de Idaho, en Estados Unidos. Más tarde, ella y su Nana charlaban sobre la «aventura». «A mí no me da miedo porque creo que Papa tiene un ángel guardián», dijo Nana. A lo que Julia respondió: «¡Me parece que tiene un equipo de ángeles guardianes!».
Un libro abierto
Como soy escritor, en ocasiones algún amigo me dice: «Algún día me gustaría escribir un libro».
¿Por qué no ahora?
Tengo un amigo querido que sirvió como misionero en Surinam durante muchos años, pero, en los últimos tiempos de su estancia allí, contrajo una enfermedad que lo dejó con una parálisis. A veces, se preguntaba por qué Dios permitía que siguiera viviendo. Anhelaba partir para estar con el Señor.
¿Y el gorro de Juani?
Se cuenta la historia de una familia que fue a pasar el día junto a un lago. En cierto momento, el hijo de cinco años se metió en el agua, puso un pie en la parte profunda y se hundió. Como ninguno de los adultos del grupo sabía nadar, corrían de un lado al otro por la orilla, llenos de pánico, mientras el niño salía a la superficie y se hundía pidiendo ayuda a los gritos. Justo en ese momento, pasaba un hombre. Al darse cuenta de lo que sucedía, se zambulló en el lago y rescató al muchachito. Cuando llegó a la orilla con el niño, el cual estaba asustado, pero sano, lo único que le oyó decir a la madre enojada fue: «¿Y el gorro de Juani?».